Amante, me gusta ser tu amante. Sentirme tan
distante de quien dice quee tu, eres señora de poca virtud…
Reza así
una famosa canción, en la que se hace un tributo a ese “tercer” ser que entra
en las vidas de una pareja, sin fecha de inicio ni caducidad.
Una de las
profesiones de mayor riesgo en la historia del ser humano. Un ejercicio
temerario que día a día ha cobrado
muchas victimas.
El tercero
en discordia, el pilar del matrimonio, el canal dos, el otro, la otra, etc. Son
los adjetivos denominativos, mas comunes para referirse a este personaje.
Un tema de
por si espinoso y que enciende pasiones, agrede honras, aviva a
la llama de
la culpabilidad, da tribuna a los falsos moralistas y a los fariseos de la
institucionalidad matrimonial.
Muchas
verdades a medias y muchas falacias conceptuales son las que rodean a este
asunto.
La “infidelidad”
no nace del ejercicio del pecado como
tal. Mas bien nace de la incapacidad y de la monotonía; consentida, cómplice y
de la cobardía de las parejas, incapaces de mantener le rumbo trazado en la travesía
emprendida al contraer un compromiso y luego con la misma incapacidad; se
niegan a aceptar las consecuencias de sus actos, culpando a los demás de sus
incompetencias.
Dentro de
este contexto, también existen otros factores de carácter humano y que están
ligados a la personalidad de cada individuo como por ejemplo: aquel que siente
la necesidad de demostrar una virilidad o una feminidad arrolladora, para
cubrir un complejo evidente y una falta de seguridad en si mismos. Los hay también,
aquellos que padecen de una inestabilidad emocional, que no les permite
establecer el equilibrio real de las cosas y necesitan cambiar constantemente
de afectos para sentirse vivos.
Son algunos
de los factores, sin olvidarnos del mas frecuente y recurrente de siempre: una
pareja al unirse comienza por una atracción química y sexual, pero con el pasar
del tiempo; si la química no es de buena calidad, esta se desvanece y no deja
rastro de su esencia inicial. También compite lo sexual que a veces suele ser más
complejo de lo que muchos se imaginan, viéndolo desde este ángulo: no coincidir
en los horarios, en los momentos adecuados, las frecuencias de deseo, el
cansancio, la falta de privacidad, de creatividad, la disponibilidad de animo.
El guardar ciertos rencores que sirven en determinados momentos como
bloqueadores de voluntades, etc.
Si una
mujer o un hombre, no mantiene un equilibrio en su deseo sexual, ¿Qué es lo
primero que le apetece hacer? ¿Esto es pecaminoso y prohibido? ¿Quién lo prohíbe,
quien lo dice?
Muchos encontraran
la respuesta en alguna descabellada razón, pero lo cierto es que somos seres humanos, que funcionamos de una manera bio-metabólica,
que por consecuencia esta separada de la parte espiritual y obedece a las leyes
irrefutables de la naturaleza. El problema del hombre es, ha sido y será; el
pretender reglamentar lo natural y lo espiritual, por ende siempre habrá de
toparse con el inmenso muro de la realidad y ese muro esta: en nuestros errores y en
nuestras limitaciones.
Los amantes
seguirán existiendo, con: controversia o sin ella, con prohibición o sin ella,
con pecado o sin el. Siempre han de disfrutar eso de loo que muchos intentan
privarse por su propia cuenta que es: el amor, la pasión, la paz, la armonía,
el saberse dar un momento para compartir y disfrutar.
Ojala que
al autor de esta nota, no se les vaya a ocurrir tildarlo de infiel o bígamo,
que de apodos ya estoy bastante maltrecho.
Hay que
saber disfrutar en pareja y no provocar a las “tentaciones” terrenales.
Hay quienes
han optado por bautizar a los amantes con el denominativo de: OXIGENO.
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